Después de La Isla del Tesoro y El extraño caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde, la obra más leída del escritor escocés Robert Louis Stevenson es sin duda, El Diablo en la botella. Como buen anglosajón, en pleno auge de las corrientes naturalista y psicológoca en la europa del XIX, Robert Louis Stevenson fue contra estos modelos y retomó el relato de aventura que se aleja notablemente de cualquier rasgo naturalista y, en menor medida, de la novela psicológica. La historia está narrada de un solo tirón y, dependiendo de la editorial, puede variar entre 40 y 80 páginas. Fue escrito en 1891, cuatro años antes de que el escritor muriera.
Un día Keawe, nativo de Hawái, decide conocer otras tierras y se embarca
en un buque que se dirige a San Francisco, donde se queda fascinado al
ver una casa preciosa, cuyo dueño, en cambio, parece triste y solo.
Keawe se pregunta cómo el dueño de una casa tan hermosa puede ser tan
infeliz. Tras enseñarle su mansión, el anciano le muestra una botella de
vidrio blanco en cuyo interior se pueden ver los colores cambiantes del
arco iris, además de un diablillo. Este diablillo le concedería
cualquier deseo, excepto alargarle la vida. Pero poseer la botella tiene
sus consecuencias: si el dueño de la botella muere sin haberla vendido
antes se abrasará en las llamas del infierno. Además para vender la
botella hay que cumplir también unos requisitos: venderla a un precio
menor del que se había comprado, cobrar el dinero en efectivo y con el
libre consentimiento del comprador.
El primer propietario de la botella fue nada menos que el Preste Juan; también la poseyeron Napoleón Bonaparte y el capitán Cook.
El primer propietario de la botella fue nada menos que el Preste Juan; también la poseyeron Napoleón Bonaparte y el capitán Cook.
El cuento, o relato, es de los que engancha desde el primer momento. Desde este enlace tienes acceso a El Diablo de la botella Es un 5 estrellas. Disfrútalo, y nos los cuentas.
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